El abismo del ego

El Abismo del Ego

Gracias a aquellos que empujan al enemigo hacia el abismo del ego, porque ellos serán los verdaderos dueños del enemigo.
Como hemos dicho antes, un enemigo inestable es una presa fácil. La clave está en hacerle creer que es superior y, al mismo tiempo, vulnerable.

El abismo del ego es oscuro y frío. Ofrece refugio, pero en su seno engendra bestias inútiles como la soberbia, criaturas que se alimentan de ilusiones y crecen hasta convertirse en cadenas que atan al alma. En su aparente grandeza, eleva al enemigo a una nube donde lo desconocido reina, y donde los celos y el resentimiento florecen. El abismo exacerba la inseguridad, avivando el fuego del sentimiento de inferioridad.

Agradezcamos a aquellos maestros del arte que saben cómo hacer rodar al enemigo al borde del abismo, capaces de inflar su ego y llenar sus pulmones de aire vacío. Estos artistas logran insultar su efímera inmortalidad, dejando que se consuma en su propia ilusión. Dichosos son, pues su obra no es menos que un arte sublime.

No puedo evitar decir que hay expertos en el arte de pasear por los abismos: personas que aprendieron a vivir en soledad y a leer los mapas del laberinto de la mente.
Hay quienes prefieren el silencio al bullicio.
Quienes se retiran para hablar con su mente.
Quienes, al momento de tomar decisiones importantes, lo hacen sin titubear un segundo, porque ese momento ya había sido vivido en su mente, tiempo atrás.
Hay quienes vienen de arriba y ya han vivido el presente.
Navegan en el tiempo como si del espacio se tratara, porque no encuentran diferencia.

El abismo alberga bestias siniestras y violentas, pero hay que recordar que hasta el más fiero corcel puede ser montado.


La Trampa del Abismo

El principio es simple: desestabilización. Tener al enemigo titilando en el abismo, creyendo que su nube de seguridad es suficiente para proteger su integridad. La duda es la herramienta más efectiva: inyectar inseguridad, hacerle sentir que su posición no es sólida, que en cualquier momento todo puede desmoronarse.

Una vez más, recordemos a Sun Tzu: «Hazle temblar hasta dudar de sí mismo.»

No se trata de la fuerza bruta, sino de la sutileza. Haz que el enemigo desee no combatir, que desee no haberte cruzado. Que se sienta pequeño sin necesidad de que muestres tu poder.

Todo esto se logra con intimidación calculada: caminar como si uno estuviera por encima de las mareas, con la seguridad de quien no tiene rival a su altura. Porque el verdadero poder no se demuestra, se intuye.


Muchas veces, de niño, me pregunté por qué había niños populares y otros no tanto.
Me tomó tiempo darme cuenta de que estamos en comunicación constante con el resto del universo a través de energía. Todo depende de cuánto irradiamos hacia afuera y cuánto hacia nuestro abismo interno.

Porque todos estamos hechos de vacío. La idea científica de que todo es relleno no puede explicar cómo nos diferenciamos de la macroimagen del universo: ¿planetas flotando en un gran vacío?
¿Cómo es posible que estén simplemente flotando?
¿Cuál es ese gran poder del vacío?

¡Oh! El vacío no existe.

Mientras estas preguntas surgían, el enemigo atacó y ganó.
Hacerse las preguntas antes de tener que prepararse para la guerra es importante.


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